02 03 2019 EL RASTRO DE MARTÍN DE ALDEHUELA EN CUENCA
El rastro de Martín de Aldehuela en
Cuenca
Sería interesante (o, al
menos, curioso) conocer el grado de conocimiento que en Cuenca se tiene sobre
la figura de José Martín de Aldehuela. Una simple encuesta callejera, de esas
que a veces encontramos en los medios informativos, aunque no tendría calidad
de investigación sociológica sí seria suficiente para detectar grosso modo el
nivel de ese conocimiento que, sospecho, daría un resultado poco satisfactorio
en la medida de la cultura de nuestros ciudadanos. Por eso está bien que la
Biblioteca Pública del Estado, aprovechando que este año acaba en 19, haya
decidido promover una especie de actividad divulgativa sobre la figura del
arquitecto de origen turolense y amplia y fecunda estancia en Cuenca, antes de
ir a parar de manera definitiva a las cálidas tierras del sur, a Málaga. No
puedo saber, como es natural, la trascendencia social que esa propuesta pueda
alcanzar pero no es temerario creer que se reducirá al limitado ámbito en que
se mueve el centro promotor de la actividad.
José Martín de Aldehuela (Manzanera, hacia 1719 - Málaga, 1802), es una
figura capital en la formulación de la ciudad de Cuenca, básicamente en el
terreno de la recuperación de un valioso repertorio de edificios religiosos que
fueron terriblemente dañados, hasta dejarlos al mismo borde de la destrucción
total, durante la guerra de Secesión en los años iniciales del siglo XVIII.
Probablemente llamado por los hermanos Cavajal y Lancaster, Aldehuela se hizo
cargo de la responsabilidad propia del maestro mayor de obras del obispado y se
aplicó con notable eficacia a cumplir sus obligaciones. Basta relacionar, de
manera escueta y sin entrar en muchos detalles, la relación de obras en las que
intervino, para tomar conciencia inmediata de la trascendencia de su trabajo,
con obras como las iglesias de la Virgen de la Luz, de la Concepción Franciscana,
el Oratorio de San Felipe Neri, la capilla del Pilar y el cerramiento del
claustro en la catedral, la iglesia del Hospital de Santiago y las fachadas del
Convento de San Pablo (espectacular y sorprendente) y de la ermita de la Virgen
de las Angustias entre otras realizaciones menores, mientras que en el terreno
civil hay que adjudicarle el proyecto de la Casa del Corregidor, ahora en
trance de recuperación. En varios de estos trabajos encontramos una línea
común, la cúpula de trazado elíptico, aportación ciertamente originalísima de
Aldehuela y un brillante sentido de la decoración interior, con el uso de
colores y elementos que hacen del barroco conquense un espacio verdaderamente
singular dentro de los conceptos arquitectónicos.
Dicho esto así, a vuelapluma, me parece suficiente sin entrar en mayores
precisiones, propias de un trabajo especializado y no de un artículo
generalista. Hay, desde luego, elementos suficientes para recordar el trabajo
de Martín de Aldehuela en Cuenca y no solo con un ciclo de conferencias, sino
con alguna iniciativa municipal que tuviera trascendencia en toda la ciudad e
incluso en el ámbito turístico. Estos días pasados he participado en un curso
de preparación para guías de turismo donde, entre otras cosas, se habló de
“inventar” nuevas rutas urbanas que aporten otras posibilidades a los
habituales y repetidos recorridos. Hay que contar, claro, con el presunto
interés que por tales ofertas tengan los visitantes, si es que tienen otras
miras aparte el morteruelo y el alajú o las Casas Colgadas, pero quizá una
buena campaña de difusión pueda conseguir que se despierte esa curiosidad. Que
debería empezar, creo yo, por los propios conquenses, a los que no vendría mal
darse una vuelta, guiados o no, por ese itinerario que marca, con brillantez,
la obra del gran Martín de Aldehuela.
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