10 02 2018 OLVIDADOS CAMINOS DE HIERRO
Olvidados caminos de hierro
Los centenarios tienen la utilidad de recordarnos sucesos
del pasado, generalmente olvidados o adormilados, que por ese cumpleaños
singular vuelven a cobrar vigencia, al menos durante unos días o semanas, antes
de volver a desaparecer sepultados en el magma de las prisas cotidianas, que
con todo pueden. El año que terminó hace poco más de un mes se cumplieron cien
del nacimiento de Manuel Real Alarcón pero entonces nadie tuvo interés alguno
en recordarlo; este en el que estamos se cumplirán 500 del nacimiento de Julián
Romero, no se sabe bien si en Huélamo o en Torrejoncillo del Rey, pero mientras
en el primer pueblo sí parecen dispuestos a celebrarlo, en el segundo andan
indecisos, por no decir desganados. Para el que viene, los fastos
histórico-culturales se están preparando ya en Belmonte en torno al origen del
primer marqués de Villena, Juan Fernández Pacheco, elemento verdaderamente
singular en la historia de España pero de manera muy especial en la noble villa
manchega que él contribuyó de manera muy destacada a embellecer y amurallar,
con castillo incluido.
Pero
de nada de eso quiero hablar ahora sino de lo que podríamos llamar centenarios
al revés, es decir, el recuerdo de cosas que ocurrían en determinado momento
del pasado y de pronto decae su interés, pasan a un segundo plano y en la
práctica desaparecen del interés colectivo, sin razón aparente y ese hecho
encierra una notable dificultad porque, naturalmente, no hay manera de
conseguir el testimonio de quienes vivían entonces para obtener de ellos la
explicación necesaria en torno a ese fenómeno. Tampoco ningún archivo recoge
tal cosa, porque en esos lugares los documentos nos hablan e informan de cosas
que suceden o se hacen, no de lo que deja de hacerse. De manera que una especie
de estupor nos puede invadir al enfrentarnos a tales situaciones.
Ocurre
con el tema del trazado (o trazados, en plural) del ferrocarril por la
provincia de Cuenca, asunto activísimo durante buena parte del tramo final del
siglo XIX, hasta que por fin el tren consiguió llegar a nuestra estación, en
1883; tras ello, se produce un parón que se activa a comienzos del XX, con una auténtica
explosión de noticias, declaraciones y artículos dirigidos a activar el tema
con nuevas orientaciones vinculadas a la conexión con Valencia, bien mediante
la continuidad de la línea ya existente hasta Cuenca o con la incorporación de
una nueva, la de un ferrocarril directo y electrificado que habría de comunicar
la capital del reino con la levantina, pasando por aquí (una especie de
antecedente del AVE, para entendernos, aunque con una diferencia considerable
entre ambas propuestas). Pero, y aquí es donde recupero la línea argumental,
esa preocupación decae de pronto y en poco tiempo llega a desaparecer por
completo, como si el final de la guerra mundial, que se había producido por
entonces, hiciera perder interés a esta línea férrea, en la que se habían
puesto considerables esperanzas vinculadas a la economía y el progreso.
Por
eso llamo a esta situación -y a otras parecidas- un centenario al revés, o sea,
un momento histórico en el que desaparece un tema que había tenido
extraordinaria vigencia e interés y que sin explicación aparente decae; quizá
los impulsores se habían cansado, cosa que suele ocurrir después de mucho
tiempo de insistir en lo mismo; quizá en la sociedad de la época aparecen otras
preocupaciones y esta pasa a un segundo nivel; quizá se alcanza el
convencimiento colectivo de la inutilidad del esfuerzo. Quien sabe lo que pasó
por aquí hace cien años.
El
ferrocarril reaparecerá bastantes lustros después, ahora ya centrado en el
Cuenca-Utiel, hasta su definitiva entrada en servicio en 1947.
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