18 03 2017 NO BASTA CON LOS BUENOS PROPÓSITOS
No basta con los buenos propósitos
Ya he escrito alguna vez (y no solo
yo, como es natural: se trata de una idea ampliamente extendida) que la
conservación del patrimonio edificado ofrece múltiples problemas, sobre todo
por el considerable descuido acumulado durante no menos de dos o tres siglos en
que semejante concepto no tenía ningún valor, por lo que se ha ido produciendo
un progresivo deterioro que ahora, desde nuevas perspectivas y con mejores
medios, se intenta resolver, pero es tanto el daño y tan considerables las
necesidades que difícilmente se puede atender a todo. El resultado efectivo es
que ya hay numerosos puntos de interés que vienen a ser prácticamente
irrecuperables.
La mayor parte del esfuerzo
restaurador o recuperador se está ejerciendo desde las instituciones, como
sabemos por las noticias que repetidamente se nos ofrecen sobre este o aquel
lugar. Por desgracia, la sociedad civil conquense tiene estructuras muy
debilitadas y con escasa capacidad para desarrollar proyectos ambiciosos. Aquí
no hay esas magníficas fundaciones que en otros sitios ejercen un eficaz
mecenazgo en cuestiones que tienen que ver con la cultura y el patrimonio. Por
eso resultó muy estimulante que hace unos años, en octubre de 2014 exactamente,
se presentara
como
proyecto piloto la intervención para recuperar la iglesia de Caracena del
Valle, a cargo de la asociación SOS Patrimonio a través de un programa titulado
“Recuperando y embelleciendo Cuenca”, con el que, precisamente, se buscaba
conseguir la implicación de la sociedad civil en la recuperación, mejora y
conservación del patrimonio monumental y medioambiental de la provincia.
Pasados tres años tan buenos
propósitos han quedado en nada y la que en tiempos medievales debió ser hermosa
iglesia románica de Caracena permanece hoy en la misma situación de abandono y
deterioro que ya sufría cuando surgió esa iniciativa salvadora. Por si alguien
no se orienta en cuanto a su ubicación, diré que se encuentra a la altura del
kilómetro 15 de la carretera que comunica los Altos de Cabrejas con Huete. Ahí,
a la izquierda, en esa dirección, sobre un leve altozano, apenas perceptible a
simple vista, se encuentra el último resto de lo que fue una importante villa,
que mereció ser sede de un marquesado que señoreaba estas tierras de la vega
del río Mayor. Todo aquello pasó, el título señorial es una referencia
nostálgica y el lugar quedó deshabitado y abandonado.
La
obra exterior proclama su origen románico, visible en el ábside semicircular;
de la portada no queda nada y la bóveda, hoy ya definitivamente en el suelo,
puede adivinarse por el arranque de los arcos fajones. El interior debió ser
reformado en el siglo XVIII, puesto que ofrecía una decoración muy relacionada
con el rococó, de gran calidad ambiental y que seguramente respondió al último
momento de esplendor del señorío que tuvo aquí su sede. Al producirse el
desmantelamiento de la iglesia, el retablo barroco fue trasladado a Huete y la
pila bautismal a Valdecolmenas de Abajo, donde se utiliza como fuente pública.
La imagen de la virgen patronal se encuentra ahora en la catedral de Cuenca. La
iglesia de Caracena del Valle es uno de los más visibles símbolos de hasta
dónde puede conducir la dejadez y el abandono, que han sido constantes en estos
últimos siglos, pero también de la dificultad de llevar a cabo intentos de
recuperación, por lo menos ambiental, porque este mínimo, sencillo edificio,
aún ruinoso, es un delicado hito colocado en un punto estratégico del
melancólico paisaje alcarreño.
Lo
digo con tristeza: hubiera estado muy bien que los bienintencionados propósitos
de quienes hace unos años pensaron en aportar un valioso grano de arena a la
recuperación de esta iglesia hubieran tenido fuerzas suficientes para llevarlo
adelante. No ha sido así y ahora, volviendo a pasear entre la vegetación
asalvajada que forma el piso del recinto, mientras sobre mi cabeza brilla diáfano
el techo celestial lamento el olvido abandono de este pequeño, inocente,
abandonado edificio.
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