14 10 2021 LA IMAGEN SEÑORIAL DEL CASTILLO DE ALMENARA

 

Probablemente, todos tenemos una idea tópica de los castillos. Los imaginamos siempre, de forma necesaria, en lo alto de un cerro, ejerciendo una posición dominante sobre el territorio que lo rodea. Como es natural, los vemos estructurados en una singular combinación de almenas, torres, torreones y lienzos de muralla. La puerta, por regla general, no debe ser muy grande para no facilitar la entrada en tropel de los enemigos. Ventanas, pocas, y las que hay, muy en lo alto de la fortaleza, para que tampoco sean fácilmente accesibles. Puede que alrededor haya un foso, pero la verdad es que son pocos los que sobreviven, si es que los hubo en tiempos. Dentro del recinto están los aposentos de la guardia, la residencia del señor, las mazmorras, el aljibe. En cuanto a la forma arquitectónica, no hay un modelo preciso que se repita: cada uno de ellos tiene su propia personalidad y gracias a eso no es fácil confundirlos.

            Desde luego, el de Almenara, situado en un espolón de la sierra Jarameña, resulta inconfundible. Para mi gusto, es uno de los castillos de Cuenca que tiene un carácter más firme y claro. Hay un difuso origen musulmán, pendiente de confirmación, pero sí es más cierto que lo utilizó la Orden de Santiago, como elemento defensivo vinculado al monasterio de Uclés a pesar de que La Puebla de Almenara no formó parte del territorio santiaguista. Desde entonces y hasta tiempos recientes, un impresionante repertorio de nombres con solera histórica ha estado vinculado a esta fortaleza singular, desde el infante don Juan Manuel pasando por Ana de Mendoza, la célebre Princesa de Éboli que acertó a enamorar a Felipe II a pesar (o quizá por ello) de su ojo tuerto, continuando por el cardenal Pedro González de Mendoza hasta llegar al duque del Infantado, ya en vísperas de nuestra época.

            Como es lógico, el castillo de Almenara está alejado de la población, lo que invita al ejercicio saludable de llegar hasta él caminando tras bordear la ermita de la Virgen de la Misericordia, aunque también es posible alcanzar este punto sobre ruedas para después seguir a pie, contemplando el extraordinario paisaje que se abre ante las miradas, con un horizonte dilatado hacia tierras manchegas en que conviven en hermosa armonía de colores los campos agrícolas con los amplios rodales de carrascas, en una singular sinfonía cromática. Mientras se camina por el sendero, al fondo se percibe con total nitidez la estructura de la fortaleza, cuyos matices se van definiendo a medida que los pasos avanzan. 

            Es una mole de considerables dimensiones, no tan grande como el de Belmonte pero sí respetable, con un aspecto que transmite al espectador de hoy la nobleza que debió atesorar y de la que nos da cuenta la cuidada descripción inserta en las Relaciones Topográficas. Entonces (siglo XVI) tenía tres puertas, un sólido recinto amurallado en el que se alzaban seis cubos, caballerizas para alojar hasta cien caballos, un aljibe “con mucha agua y buena” y treinta y cuatro aposentos provistos de siete chimeneas. Son cosas, detalles, que el visitante intenta imaginar, quizá encontrar, mientras camina entre escombros ruinosos y piedras desmochadas que hace tiempo perdieron su exacta ubicación para caer inmisericordes arrastradas por el abandono. Entre estas ruinas venerables han jugado siempre los niños de La Puebla de Almenara, quizá sin tener clara la conciencia de lo que un castillo representa para un lugar contemporáneo, un signo de digna elegancia, un título de distinción.

            Durante los últimos siglos, generaciones de habitantes de este pueblo han visto cómo aquellas poderosas estructuras se iban desmoronando y desperdigándose por los alrededores, pero en ese progresivo hundimiento el castillo ha ido definiendo unas líneas bellísimas hasta dar forma a un contorno admirable que ahora se constituye como un espectacular hito en el paisaje. Algunas obras de consolidación se han hecho últimamente; otras más están esperando la decisión definitiva. El castillo de Almenara, aquí fotografiado por Antonio Moral, ofrece una imagen de temblorosa elegancia desde la que mantiene el secular señorío que sobre el territorio viene ejerciendo desde un tiempo que se pierde en la memoria.

           

 

 

 

Comentarios

  1. Mi interes por ese castillo es, que mi segundo apellido es DE ALMENARA. Pura curiosidad. En su epoca debio ser importante.

    ResponderEliminar
  2. Lo fue, realmente, y si consiguen rehabilitarlo ocupará un lugar destacado en el circuito monumental de esa zona.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

22 02 2024 UNA IMAGEN SERRANA EN MEDIO DE LA CIUDAD

18 01 2024 LA PLAZA MAYOR, ENTRE LA AÑORANZA Y LA INSATISFACCIÓN

11 01 2024 LA POSIBLE RESURRECCIÓN DEL TRIÁNGULO MANRIQUEÑO