26 10 2019 INCÓGNITAS PENDIENTES DE SOLUCIONES
Incógnitas pendientes de soluciones
Educadamente,
acepto la invitación y acudo a una presunta reunión con el ministro de Cultura,
cita en la que estaremos, creo, un grupo (no se cuánto de numeroso) de personas
vinculadas con la actividad cultural. Por lo general, no me siento cómodo en
este tipo de asambleas y menos aún si, como ocurre en este caso, rodea al
ministro un enjambre de políticos, porque el partido aprovecha la oportunidad
para realizar un considerable despliegue de elementos. Y ahí estamos ya,
amistosamente sentados alrededor de una larga mesa, cada uno inmerso en sus
propios pensamientos y objetivos. Como suele ocurrir en estos casos, pronto se
significan los que vienen a saber qué hay de lo mío, de los problemas, casi
siempre económicos (¿dónde no los hay?) que acongojan a no pocos sectores de
actividad, en todas partes, y más que en ninguna en el ámbito de la gestión
cultural. Pero se echa en falta, siempre o casi siempre, planteamientos
globales, declaraciones de conjunto que afronten de manera genérica la
situación existente y se oriente hacia un futuro que debería ser determinante
y, sin embargo, está cubierto de oscuras nebulosas.
En
estos casos, ya lo he dicho, suelo ser persona callada. Oigo, anoto y aprendo.
Lo mío es la palabra escrita y a eso me dedico. Por eso digo aquí y ahora lo
que no dije allí, mientras esperaba que alguien más expresivo lo pusiera sobre
la mesa. Pero nadie mencionó para nada el caso de la colección Roberto Polo, ni
insinuó siquiera saber cual es el destino del Archivo Histórico Provincial
donde está previsto que se instale; nadie preguntó ni se interesó por el
viejísimo proyecto, que va de elecciones en elecciones (y en estas ni se
menciona) de la ampliación del Museo de Cuenca; en ningún momento se aludió al
igualmente dilatado proceso de apertura de la iglesia de Santa Cruz, remodelada
para convertirla también en una sala museística que debería albergar la
colección de arte moderno del Museo de Cuenca y que cuando tal cosa se quiera
llevar a cabo (si es que el plan se mantiene) habrá que volver a restaurarla.
No se
pronunció una sola palabra sobre la situación de pavorosa penuria en que se
encuentran todas las bibliotecas municipales de la provincia, algunas en
condiciones ciertamente dramáticas. Entre ellas pueden señalarse con el dedo
las tres existentes en la propia capital provincial, que viven un prolongado
periodo de abandono, del que el entonces candidato y ahora alcalde, Darío Dolz,
prometió sacarlas en cuanto llegara al sillón municipal, promesa que sigue
pendiente y que debería acometerse ya, sin más dilaciones, porque es realmente
necesario corregir la situación actual.
Y se me
quedó en la punta de la lengua, sin oportunidad para decirla, la que hubiera
sido mi única intervención. Desde hace cuatro años, el Archivo Municipal está
abandonado a su suerte, sin archivero titular y necesitado como agua de mayo de
que a su frente se sitúe un profesional debidamente capacitado. A lo que se
unen la Biblioteca Pública del Estado, sin dirección desde que se jubiló la
anterior titular. Y el Museo de Cuenca, también sin dirección por el mismo
caso. Y el Archivo de la Diputación Provincial, igualmente con su despacho
principal vacío. El equipamiento cultural de una ciudad, se ha dicho siempre,
tiene tres soportes: bibliotecas, archivos y museos. No es presentable que en
Cuenca cuatro de ellos estén sin dirección ni orientación.
Por lo
demás, algo queda: el ministro, José Guirao, es un hombre afable, de hablar
pausado, amplia experiencia en el terreno de la gestión y buenas intenciones
para navegar en el proceloso mar donde hay tantos intereses y tan poco dinero.
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