08 05 2016 CUANDO HUBO BAÑOS EN VALDEGANGA
Cuando hubo baños y balneario en Valdeganga
Días
atrás se nos ha informado de un bonito proyecto para recuperar el balneario de
Yémeda, alimentado con aguas del Guadazaón, lo que llevaría consigo la
restauración del hace ya tiempo depauperado edificio que acogía esa
instalación. No me siento con fuerzas ni imaginación suficiente como para
predecir el futuro que espera a tal iniciativa, pero la teoría que la promueve
tiene un fundamento cierto, porque desde hace años, asistimos a una auténtica
explosión y fomento del mundo de los balnearios, las aguas termales y los
sanatorios vinculados con ellas.
No
fue el único. Estuvo el de La Isabela, sancionado con el favor de la familia
real borbónica, que allí acudía a pasar temporadas de relax y fue sepultado por
el pantano de Buendía. Estuvo el de Alcantud, también reabierto hace unos años
y ahora, por lo que se, vuelto a cerrar. Permanece en pie y activo el más
famoso de todos, el del Real Sitio del Solán de Cabras. Y se arruina día a día,
antes los ojos de todos quienes pasan ante él, el de Valdeganga.
Dos
manantiales, distantes entre sí unos 200 metros, en las proximidades del río
Júcar, forman el ámbito natural de estos baños. Cuentan las crónicas que el
agua mana a una temperatura de entre 23 y 25 grados, tiene ligero sabor agrio,
con predominio de magnesio y se desprenden burbujas de ácido carbónico que
salen a la superficie. Eran aguas muy recomendables para los problemas del
reuma o artrosis, erupciones cutáneas y cuestiones relacionadas con la
intimidad femenina.
La
declaración oficial de reconocimiento de los Baños de Valdeganga se produjo por
Real Orden de 28 de mayo de 1867, con la firma de la reina Isabel II; en la
disposición oficial se establecía también el nombramiento de un médico director
que estaría al frente del establecimiento durante la temporada fijada para los
baños, entre el 15 de junio y el 15 de septiembre. Hasta mediados los años 50
del siglo XX, el Balneario de Valdeganga era uno de los destinos preferidos de
la clase alta, de los que podían permitirse el disfrute de sus aguas termales y
de los cuidados para la salud y para la mente. Sus aguas y los servicios que
allí se dispensaban eran reconocidos en todo el país, pero poco a poco se fue
abandonando y deteriorando. Sobre unas antiguas termas romanas, el edificio
había sido construido en 1920 y tenía tres plantas, aunque la zona ya
registraba actividad turística en el año 1876 y muchos eran los turistas que se
detenían a relajarse y a descansar. Situado a 28 kilómetros de la capital, en
un hermoso valle con innumerables árboles de toda clase y junto al margen
izquierdo del río Júcar, en la carretera con dirección a Alcázar de San Juan,
las instalaciones del balneario ofrecían “respirar
aires cargados de sabina, romero, silva, tomillo, enebro con ricos aromas de
encinares y jazmines deliciosos”, como se exponía en un folleto donde se
resaltaba el excelente clima y disponía incluso de una magnífica piscina de
agua natural a 24 grados y hasta un salón de baile para que los hospedados
tuvieran sus periodos de diversión y esparcimiento.
Las
instalaciones funcionaron como balneario hasta 1968, fecha en la que se
abandonó y poco a poco fue cayendo en el olvido. A principios de este siglo
XXI, los pueblos de alrededor intentaron promover un movimiento de
revitalización del paraje y de los baños, convencidos de que así podría llegar
algo de actividad económica a sus depauperados lugares, recurriendo para ello
al turismo, esa por ahora inagotable fuente de riqueza a la que pueden
agarrarse tantos pueblos olvidados por otros tipo de riqueza; el propietario
actual del lugar participó también de esa inquietud y promovió un proyecto de
restauración, que contemplaba una inversión cercana a los 12 millones de euros,
pero la falta de inversiones privadas y públicas desechó cualquier posibilidad
de volver a abrir el afamado balneario.
Actualmente
el edificio está prácticamente arruinado sin que hayan podido prosperar los
diversos anuncios hechos en varias ocasiones con la intención de recuperar los
baños y la instalación hostelera. Por ahora, el único consuelo es ver una y
otra vez las bellas imágenes de Peppermint
frappé para, gracias a la cámara de Carlos Saura, volver a recordar cómo
era aquel lugar antes de que el abandono y la ruina se apoderaran de él.
Comentarios
Publicar un comentario