EL SUEÑO DEL MAR ACARICIA BUENDÍA

 


La posición geográfica en que se encuentra Buendía fue el factor condicionante de que, a lo largo de la historia y de acuerdo con los intereses señoriales de cada momento, unas veces apareciera vinculada a Madrid y otras a Guadalajara, hasta que acabaron estas intermitencias y la villa quedó definitivamente implantada donde está y a donde realmente ha pertenecido siempre, o sea, la provincia de Cuenca, en la que ocupa un lugar septentrional, muy cerca de Ercávica y ahora también, y sobre todo, del embalse de Buendía, que de ella recibe su nombre y cuya construcción a mediados del siglo pasado, vino a condicionar por completo la estructura económica de la zona y, por supuesto, el paisaje, ahora determinado por la presencia de ese gran mar interior que aporta una brillante lámina azulada entre el verdor de los olivos y las tonalidades ocres de las montañas alcarreñas.

La tercera parte del territorio municipal quedó sepultada por las aguas del embalse lo que condicionó negativamente el desarrollo de la economía del lugar, por pérdida de tierras agrícolas, con la consecuencia inmediata de un fuerte incremento en la emigración. Los presuntos beneficios turísticos derivados del invento  no llegaron en la medida que entonces se esperaba, a causa de una deficiente infraestructura hotelera y de servicios de ocio, unido al hecho de que el descenso de las aguas embalsadas impide en la práctica el desarrollo de deportes y entretenimientos náuticos. Algunos intentos se han hecho para recuperar esa actividad y no hay que dar por perdida esa posibilidad, pero por ahora las cosas están sólo en perspectiva, mientras se desarrollan otras posibilidades turísticas, como el Museo del Carro o la Ruta de las Caras, sin olvidar el extraordinario enclave natural en el que se encuentra la ermita de Nuestra Señora de los Desamparados, un sitio verdaderamente envidiable,

Fue villa amurallada, y si digo fue es que ya no lo es, o al menos, no del todo, porque en estos casos el idioma es muy expresivo. La Relación Topográfica del siglo XVI lo dice en presente: “Es villa cercada de cerca de cal y canto con sus almenas” hasta llegar a la zona norte, donde está el castillo. Pero tres siglos después, Mateo López utiliza otro tiempo verbal: “Estuvo cercada de murallas, en el día muy destruidas". De este conjunto amurallado permanecen en pie algunos restos de paneles y puertas, que se han incorporado al recinto urbano.

Dentro de ese espacio delimitado por las antiguas murallas se encuentra el ámbito más valioso y atractivo, con una serie interesante de calles típicas, de sabor medieval, con pavimento empedrado y soportales. El elemento central es la Plaza Mayor, en la que se ubican el Ayuntamiento, la iglesia y la Cámara del Duque, con una sobria y eficaz ordenación de elementos, entre los que destaca sobremanera el juego de los soportales formados por arcos de medio punto.  

Como los lamentos por los bienes perdidos no conducen a ninguna parte, dejemos paso a la observación de lo que hay y disfrutemos de ello, por ejemplo de la Plaza Mayor de las pocas de la provincia de Cuenca que ha sabido conservar con cierta integridad su carácter original porticado, con arcos de medio punto apoyados sobre pilares. Domina el espacio el excelente edificio municipal, con un soportal formado por cinco arcos y sobre ellos la planta noble, con balcón, reloj y campanil. Enfrente está la iglesia parroquial, obra de los siglos XV y XVI, con una arquitectura realmente sólida y grandes grandes proporciones estructurales. La portada principal, orientada al norte, da a la plaza y es de un clasicismo frío, de inspiración herreriana. En el interior ofrece una amplísima planta de salón organizada en tres naves separadas por ocho columnas y remate en cabecera recta. Sobre ellas hay una bóveda de crucería estrellada. La parroquia conserva una auténtica joya de la orfebrería española, la custodia realizada por Francisco Becerril a mediados del siglo XVI. En el viril se encuentran grabadas la Flagelación de Cristo y numerosas figuras religiosas y elementos ornamentales.

Cerca de la plaza está el edificio de La Tercia, construido seguramente en el siglo XVI, con sillarejo y moldura en la cornisa para servir de pósito agrícola. Consta de dos plantas; la inferior tiene bóvedas, columnas y arcos de medio punto. Con la Desamortización del siglo XIX pasó a ser de propiedad municipal, sin que el Ayuntamiento encontrara un destino apreciable para el edificio hasta que en 1994 se presentó un proyecto para rehabilitar el local y destinarlo a Museo del Carro. Y ahí está, ofreciendo a la curiosidad de los visitantes una docena de ejemplares de este sistema de transporte y trabajo, en vigor hasta la primera mitad del siglo pasado y construidos en talleres próximos de Garcinarro, Mazarulleque y Albalate de Zorita, figurando entre ellos la diligencia que hacía el servicio entre Madrid y Buendía.

Pero sin duda la propuesta más original que ofrece Buendía es una curiosa formación de rocas en las que se han grabado caras, a semejanza del monte Rushmore de Estados Unidos. Para difundir este paraje el Ayuntamiento ha pavimentado la ruta y preparado una información de la que denomina Ruta de las Caras, que a lo largo de 4 kilómetros de paseo permite conocer 22 esculturas en piedra: la Moneda de la Vida, La Monja, Beethoven, El Chamán, Duendes, Muerte, La Dama del Pantano, La Cruz del Temple, la Virgen de la Flor de Lis, La Virgen de las Caras, Krishna, Cruz Templaria, etc. La iniciativa surgió en 1995 y estuvo a cargo de unos veraneantes madrileños que, durante unas vacaciones, iniciaron la talla de las caras, mediante martillo y cincel, colgados en arneses. El resultado es una colección de singulares esculturas, la mayor de unos tres metros y medio de altura (y tres años de trabajo) que forman un ambiente entre místico y rupestre, envuelto en pinares frondosos; de esa manera, el misterio animado por la soledad y el sonido del viento forman un espacio de singular atractivo que invita a la ensoñación.

Es un adecuado complemento al siempre interesante paseo por las amables calles de Buendía que, a pesar del deterioro producido por el paso del tiempo, continúa ofreciendo un atractivo ambiente medieval que sin duda forma parte del carácter propio de este hermoso lugar.

 

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