TRISTE DESPEDIDA A LA COLECCIÓN ROBERTO POLO
Tengo la impresión de que los firmes cimientos en que se apoya la estructura de esta impertérrita ciudad no se han conmovido ni un ápice ante la noticia de que la Colección Roberto Polo cierra sus puertas y abandona el recinto en el que ha estado alojada durante los últimos cinco años. En otras condiciones se hubiera producido un clamor quejumbroso por lo que hubiera sido calificado como una muestra más de los incontables agravios que aquí se reciben, pero como en este caso el cierre de la Colección es compartido con Toledo, ese pequeño detalle sirve para amainar cualquier posible disgusto, en el supuesto, insisto, de que la opinión pública conquense hubiera mostrado en algún momento interés por conocer, disfrutar y sentirse orgullosa de la presencia en la ciudad de esa propuesta museística, que nunca llegó a arraigar ni a ser valorada, manteniéndose siempre como un cuerpo extraño que no se sintió como algo propio, a diferencia de lo que ha sucedido con otras propuestas semejantes bien conocidas.
La cosa se podía esperar. No hay más que hacer un mínimo recorrido histórico por la forma en que la Colección llegó a Cuenca y los incidentes que sucedieron desde el primer momento, hasta llegar a la inauguración, el 18 de diciembre de 2020, de la que se calificó como sede provisional, la iglesia de Santa Cruz, punto neurálgico de un circuito urbano marginal al que hay que ir a propósito, porque no se encuentra en el recorrido turístico convencional y ese es un factor a tener en cuenta. El propósito inicial de Roberto Polo, según se contó en su momento, era instalar su potente colección de arte contemporáneo en Toledo, pero la Junta de Comunidades, le convenció de que la distribuyera en dos sedes, situando la segunda en Cuenca, dentro de esa tendencia política que mantiene el gobierno regional de intentar reducir, si eso fuera posible, el siempre latente sentimiento de minusvaloración que por aquí se encuentra arraigado.
La intención encontró, desde el primer día, una seria dificultad: no había ningún espacio amplio disponible en el casco antiguo que pudiera albergar un museo de tales características. Mejor dicho, sí lo había, la Casa Zavala, pero el Ayuntamiento se mostró impotente para conseguir entonces el desalojo de quienes lo estaban ocupando de manera inadecuada, de manera que se renunció a ese camino. La alternativa barajada estaba llamada al fracaso absoluto, porque se decidió situar la Colección Roberto Polo en el magnífico inmueble que ocupa el Archivo Histórico Provincial, ya saben, la antigua sede de la Inquisición, junto a las murallas del castillo, elección que obligaba a buscar otro edificio en el que alojar el Archivo, lo cual iba a requerir largas y costosas obras de adaptación. La idea, que contó desde el primer momento con la enemistad de todos los implicados y de quienes se mueven en el ámbito de la cultura y la investigación no pasó de las primeras declaraciones. Que yo sepa, nadie movió un dedo para llevar a cabo semejante propósito y en pocos días se diluyó como un azucarillo en el café.
Como salida de emergencia se decidió utilizar la iglesia de Santa Cruz como sede provisional de la Colección y ese carácter ha tenido hasta hoy, porque provisional sigue siendo, no ha habido interés por transformarla en definitiva ni creo que tal asunto haya sido motivo de preocupación para nadie, quizá porque en el fondo, y más allá de las pomposas e hipócritas declaraciones oficiales existía la conciencia de que en algún momento ocurriría lo que en efecto ha sucedido y es que el coleccionista ha llegado a la conclusión de que su propuesta ha sido inviable en las dos ciudades de Castilla-La Mancha elegidas para distribuir su ingente obra artística que quizá, se insinúa en el comunicado del cierre, pueda encontrar acomodo en un ambiente más propicio, porque aquí no ha funcionado como se esperaba ni se han cubierto las expectativas iniciales, o sea, el nivel de aceptación en forma de número de visitantes. Me queda la duda, porque no he podido conocerlo todavía, si esto significa una ruptura total con Roberto Polo que aparte su propia frustrada colección viene actuando de manera repetida como colaborador en otras iniciativas, en especial con la Fundación Antonio Pérez, por cuyas salas están pasando obras que forman parte de sus amplios fondos artísticos. Sin ir más lejos, la actual exposición de Amelia Moreno en la Casa Zavala. Pronto nos enteraremos del alcance de esta separación, que se va a concretar en el mes de diciembre.
Cerrado sin especiales lamentos
este capítulo se abre otro quizá más interesante y que en Cuenca siempre
resulta problemático: el destino que se pueda dar a la pronto vaciada iglesia
de Santa Cruz, que desde su restauración a finales del siglo anterior ha
sufrido no pocos avatares, ninguno de ellos consolidado. Para mi gusto, el más
interesante fue el magnífico y atractivo Centro de Artesanía, abierto en 1995 y
que vino a ser un excelente ejemplo de utilización de un espacio nada fácil,
pero sumamente bien adaptado a su objetivo. En él quedaron instaladas las
propuestas de gran cantidad de artesanos tanto de Cuenca como de la provincia,
en las diversas especialidades cultivadas: cerámica, madera, hierro, joyería,
papel, encuadernación, tejidos, etc. Todos nos las prometíamos muy felices
hasta que a primeros de mayo de 1998 el centro quedó cerrado, al haberse cortado
la subvención que hasta ese momento concedía
En la hora de las despedidas creo
que es justo dedicar una palabra amable a Roberto Polo, coleccionista de arte,
nacido en Cuba, amigo de banqueros, economistas, artistas y políticos. Gracias
a sus estancias y viajes en todo el mundo ha podido formar una colección de
arte para la que busca acomodo y sede que le permitan exponerla públicamente y
que, en verdad, por lo que hemos conocido en Cuenca, merece mucho la pena. Es
lástima que aquí no haya funcionado, pero la pérdida de esta valiosa colección
no va a disminuir la consideración que merece Cuenca como ciudad de museos. Ya
saben el dato que un periódico nacional difundió hace unos meses: aquí se da la
mayor relación porcentual entre museos y número de habitantes, lo que nos sitúa
en el primer puesto del ranking nacional y ese dato no va a temblar: se cierra
un Museo de Arte de vanguardia pero se abre el Museo de la Vaquilla. Vaya uno
por el otro.
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