02 11 2023 IMAGEN NADA CONVENCIONAL DE CARRETERÍA

 


En la recién recuperada Sala Iberia ha quedado instalada una exposición en que, con el expresivo título de La Carretería se pretende ofrecer un muestrario de cómo es en la actualidad no solo el aspecto que podemos llamar urbanístico, sino otro seguramente más importante, el social y humano, de la que quizá siga siendo la principal artería de la ciudad de Cuenca o, al menos, la más significativa y representativa. En 56 imágenes, todas en blanco y negro (eso es muy de agradecer) Diego Castillejo y Jesús Cañas sintetizan su propósito estético y nos ofrecen una visión que bien podríamos llamar rompedora y, desde luego, bastante insólita para lo que es costumbre entre nosotros, porque aquí gusta primar lo bonito, lo entrañable, si es con fotografías que nos traen al momento actual un remoto pasado, mejor. Y eso, en este caso, no ocurre. Me parece que no existe ni una sola fotografía dedicada a los edificios más nobles (pocos ya) de esta calle, incluido el propio antiguo hotel en cuya planta baja actual se asienta la sala de exposiciones y tampoco las hay que recojan la actividad comercial a través de los escasos establecimientos de antes que sobreviven a la constante invasión de la modernidad que ha hecho pasar a la historia tantos títulos entrañables.

     Lo que vemos en esta colección de fotografías es la imagen real y cierta de una decadencia que de forma en unos casos sutil y en otros con palabras más rotundas se viene señalando desde hace ya mucho tiempo, a lo que se suele responder con el etéreo anuncio de que pronto se va a desarrollar un plan para revitalizar el centro urbano de esta ciudad, hacerlo más bonito y agradable, reconvertirlo en el eje vital que fue durante no menos de dos siglos, circunstancia que se ha ido diluyendo, seguramente de manera inconsciente, pero real. No creo que nadie tuviera el propósito deliberado de hundir las esencias de Carretería, pero lo cierto es que tal cosa ha ido ocurriendo de manera paulatina, sin que se haya puesto remedio, al menos hasta ahora.

      El título de esta vía urbana, que no es calle, ni avenida, ni paseo, sino escuetamente Carretería, reproduce de manera muy concreta lo que fue en sus orígenes, el camino por el que los carros transitaban para enlazar la Sierra con la Mancha, una ruta que fue de manera prioritaria laboral y comercial, pero que pronto se adaptó para ser también el sendero más adecuado para el traslado de los seres humanos y de esa manera se convirtió en un eje de importancia, a cuyos márgenes fueron surgiendo almacenes, talleres, posadas y finalmente edificios residenciales, viviendas. Cuando el Estado empezó a desarrollar la red de carreteras (hablo ya del siglo XIX), Carretería se convirtió en la travesía urbana de la que se denominó carretera de Tarancón a Teruel, título que ha sobrevivido hasta épocas relativamente recientes cuando se produjo la definitiva expansión del mapa de las comunicaciones y de esa forma este trozo asfáltico, cuya conservación era responsabilidad del ministerio de Obras Públicas (lo que trajo consigo no pocos conflictos) pasó a ser, con toda lógica, competencia municipal. Y en eso estamos.

     A Carretería se le han dedicado muy sabrosos artículos, porque casi todos los que nos dedicamos a la ocupación de escribir hemos sentido en algún momento la tentación de decir algo, aportando cada cuál su granito de arena para construir el gran edificio antológico en el que se pueden encontrar muchas perlas cultivadas. En ese repertorio hay de todo, como en botica, y junto con los artículos encomiásticos los hay profundamente críticos, entre los que se cuentan los varios dedicados a comentar las circunstancias del lodazal en que se convertía el barro del pavimento tan pronto caían cuatro gotas, por no hablar de los ríos de tinta que generó la operación de eliminar todos los árboles que había en las aceras, asunto que dio para tanto como ha ocurrido recientemente (y aún continúa, aunque con menos voces) cuando se implantó la peatonalización a medias, porque cada día son más los que se saltan a la torera los límites para circular. Con todo, seguramente el aspecto más llamativo es la práctica desaparición de la arquitectura tradicional que le daba a la calle una personalidad propia del siglo XIX y que ahora se encuentra envuelta por una construcción amorfa, impersonal, en la que apenas si sobreviven un par de edificios antiguos de naturaleza popular y otros dos o tres de cierto carácter con lo que la antigua Carretería es un batiburrillo urbanístico de difícil calificación. De la pérdida de los comercios tradicionales más vale no decir nada; es un mal de nuestro tiempo y afecta a todas las ciudades, entregadas estúpidamente al control de las franquicias que las uniforme a todas.

      Algo de todo ello hay en la exposición que me sirve como punto de partida para este comentario. Esas fotos nos ofrecen la visión de una Carretería sobre la que se pueden formular muy pocos piropos; si acaso, la amable comprensión con que podemos reaccionar ante la decadencia de una calle que fue la más importante de la ciudad y que ahora parece abocada a un destino incierto, del que algunos voluntaristas bien intencionados dicen querer sacarla para ofrecerle una nueva oportunidad. Yo, como soy de natural escéptico, tengo mis dudas, pero les deseo el mejor de los aciertos.

 

 

 

 

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