22 06 2023 EL CENTRO MODERNO ESPERA SOLUCIONES

 


Una de las ventajas de repetir mandato en una alcaldía (la de Cuenca, por ejemplo, sin necesidad de ir más lejos) es que el reelegido ya no tiene que invertir mucho tiempo en aprender lo que tiene que llevar entre manos, porque en los últimos cuatro años ha tenido tiempo para enterarse de qué va este asunto y eso es también aplicable a los concejales que continúan, mientras que los llegados de nuevas se van a encontrar con muchas cosa que no esperaban, y algunas, sin duda, les sorprenderán porque la realidad de la vida interna del municipio tiene poco que ver con los sueños, las ideas o las tonterías que se dicen en campaña. Llega la hora de la verdad, empezando por acomodarse a las peculiares costumbres de la administración municipal, enrevesado sistema llamado a desesperar incluso a los de carácter más templado. Paciencia y fortaleza de ánimo. Las van a necesitar.

     Como ya es veterano, no hace falta decirle al renovado alcalde cuál es el catálogo de cuestiones pendientes, dando por sentado, además, que a las ya heredadas (y no solo de los últimos cuatro años, sino de mucho más tiempo atrás) deberán unirse otras nuevas que irán surgiendo en el devenir de los próximos meses. No obstante, como mi obligación es escribir este artículo semanal, asumo que debo poner sobre el papel alguna de las muchas cuestiones que tengo anotadas para ir comentándolas a lo largo del tiempo. Es difícil establecer un orden de prioridades, pero por elegir alguna que me parece prioritaria pondré la mirada y la palabra en un segmento ciudadano que está a la vista de todos, generando no pocas opiniones, por lo común contradictorias entre sí.

      Esta ciudad nuestra tiene un escaparate clarísimo que proporciona la visibilidad que se necesita para llamar la atención de todo el mundo. El casco antiguo de Cuenca, en su extraordinaria combinación de arquitectura y paisaje, es un espacio selecto, que proporciona algunos disgustos y preocupaciones pero que se está manteniendo con un apreciable nivel de dignidad, contando con la participación activa del Consorcio, mecanismo administrativo-económico que sirve para liberar al Ayuntamiento de no pocas preocupaciones. No ocurre lo mismo en el otro sector de la ciudad, el moderno, que tiene que ser asumido en solitario por la institución municipal y en el que han ido tomando forma una serie de cuestiones que, por no recibir solución adecuada en su momento, se han ido acumulando hasta diseñar un panorama poco satisfactorio, especialmente en el centro urbano, que necesita un lavado de cara, de arriba abajo. Algo de eso se ha venido diciendo en los últimos meses pero ahora no hay más remedio que afrontarlo, tomar decisiones y resolverlo para que ese espacio, de uso masivo por la ciudadanía propia y la visitante, resulte cómodo, limpio y ordenado.

      Basta mirar dos edificios muy significativos, ambos en situación de cochambre absoluta, el Mercado y el de Sindicatos, que deberían haber sido eliminados hace ya mucho tiempo y, sin embargo, siguen ahí, luciendo a ojos vista su depauperado aspecto, impropio de cualquier ciudad modesta y Cuenca no lo es, por lo que resulta urgente de verdad que el consistorio afronte de lleno ambas cuestiones y les de solución, antes de que vuelvan a pasar otros cuatro años. El caso del mercado está sometido a un constante vaivén de indecisiones sobre qué hacer con él y en este trajín se han oído algunas ideas disparatadas; el problema básico, a mi entender, es que en estos años se ha perdido en Cuenca la cultura doméstica de ir al mercado, como fue habitual durante generaciones, y no se yo si en un futuro más o menos próximo los conquenses vamos a sentir atractivo hacia ese tipo de comercio por lo que quizá sería conveniente ir buscando ya otra alternativa de uso del solar resultante cuando se derribe el edificio actual.

      El de Sindicatos es otra historia, con el agravante de que enfrente de él ya ha terminado la reconstrucción del Edificio Iberia, que luce limpio, luminoso y brillante, para marcar aún más el contraste con el otro, cuyo aspecto sucio y desaliñado es, desde luego, muy lamentable, en pleno centro de la ciudad. Supongo que solucionar este caso debe proporcionar algún que otro quebradero de cabeza y por eso se va dejando un año tras otro, sin tomar ninguna medida, pero todo llega a su fin y, como acabo de escribir con relación al mercado, es la hora de afrontar los problemas, con todas sus consecuencias.

      Ambas cuestiones van ligadas a la prevista reordenación de Carretería, sobre la que todavía se ha hablado poco pero que, cuando empiece a salir a la luz, generará las siempre necesarias polémicas, porque también es asunto delicado, en el que quizá valía más dejar las cosas como están antes de entrar en un terreno farragoso y susceptible. En cambio, no hay que olvidar, sino todo lo contrario, el maltratado Parque de San Julián, que también figura en el catálogo de objetivos próximos y que desde luego sí necesita unas manos afectuosas y sensibles para ser tratado con el cuidado conveniente. Lo que pasa, de entrada, y es cosa fácil, por suprimir radicalmente todos los usos espurios con que viene siendo castigado con los motivos más fútiles.

      Todo ello sin olvidar el caso del Edificio Icona, cuyo destino sigue siendo una incógnita, después del extraño incidente que impidió su venta a la Diputación. Quizá ahora, una vez desaparecida la concejala que estorbó aquella operación, se pueda recuperar el propósito o algún otro parecido que de utilidad a ese inmueble. En cualquier caso, como se ve, mucha tela que cortar y cuatro años para hacerlo. Conseguir que el centro moderno de la ciudad luzca con el moderado esplendor que corresponde a una capital provinciana es un objetivo asumible a la vez que atractivo.

 

 

 

 


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