06 10 2022 UN CURIOSO FENÓMENO CINEMATOGRÁFICO
Estoy convencido de que, en algún sitio, de esos en los que se investigan y analizan los comportamientos humanos, alguien caerá en la cuenta de que la ciudad de Cuenca puede ser un buen campo de ensayo para estudiar por qué aquí hay un foco de interés cinematográfico que contradice lo que viene sucediendo en el resto del país (y no digo del mundo, porque mis conocimientos no llegan a tanto). Es sabido, y de vez en cuando se publican informes o artículos sobre el tema, que el número de personas que asiste a las salas cinematográficas está cayendo en picado, en todas partes y también aquí. Mi última experiencia en ese sentido ha sido demoledora: en el cine estábamos dos personas, mi mujer y yo. Era un viernes por la tarde, en el horario que prefiere la mayoría y la película en cuestión era comercialmente muy atractiva. La proyección se hizo solo para nosotros. Nunca había conocido yo en persona una circunstancia semejante y debo decir que la sensación, esa soledad apabullante, no resultó agradable.
Al lado de esa realidad que en todas
partes se da como cierta y que, además, insinúan algunos, va a resultar
irreversible, en Cuenca se está produciendo, desde hace ya bastantes años, el
fenómeno inverso en un sector cinematográfico muy concreto, el que cubre el
Cineclub Chaplin, que viene registrando, una temporada tras otra, un sensible
incremento de socios, en cantidad tal que desborda todas las previsiones y que
alcanza, en el inicio de un nuevo ciclo, una cifra no solo muy superior a la
del año pasado, sino que incluso podríamos calificar de desconcertante y eso
es, justamente, a lo que me refería al inicio de este artículo, cuando aludía a
la curiosa peculiaridad que ofrece Cuenca en este terreno y que muy bien nos
podría hacer servir como de conejillos de indias para estudiar por qué aquí se
está produciendo ese fenómeno social. Quizá en el fondo lo que puede ocurrir (y
es solo una hipótesis entre otras varias) es que el desapego de los aficionados
hacia el cine en general se produce por la ínfima calidad ofrecida en lo que se
viene llamando programación comercial, en la que raramente se puede encontrar
un título atractivo mientras que la oferta del Cineclub va por otros caminos,
el que marcan la calidad, la originalidad, el compromiso y, en definitiva, la
obra bien hecha, procedente de países que no son Hollywood y su mercancía
infumable, y eso, sospecho o supongo, es lo que busca ese considerable número
de aficionados que ha elegido el camino de esta sesión semanal que ayer comenzó
con su temporada número 52, lo que da fe de una permanencia y continuidad
ciertamente insólitas.
De manera que un cineclub, en sí mismo
una actividad minoritaria, de uso restringido y por lo general volátil, como
tantas otras asociaciones culturales, en el caso de Cuenca alcanza unas
características completamente diferentes, insólitas y eso le da carácter de
fenómeno social, digno de ser estudiado. Por supuesto, esto no tiene nada que
ver con lo que el cine ha significado a lo largo de la historia de esta ciudad.
Está ya muy lejos el día en que un sujeto llamado Laureano Infante implantó un
barracón de cine en el Campo de San Francisco, durante las fiestas de San
Julián del año 1898 y ese es el dato más antiguo que he conseguido encontrar
sobre este tema. Por cierto, que el debut conquense del cinematógrafo estuvo
acompañado de algún incidente porque la escasa potencia eléctrica instalada
todavía en Cuenca en esa época no era suficiente para abastecer simultáneamente
al barracón y al Paseo de San Fernando, que esos días estrenaba iluminación, de
manera que los apagones en uno y otro sitio eran tan frecuentes que hubo que
establecer un uso alternativo de la electricidad.
El 16 de febrero de 1901 se pusieron en
marcha unas proyecciones en un barracón situado en la calle de
El
primer cine "formal", con carácter permanente y sesiones continuadas,
abrió sus puertas en Cuenca en el año 1904. Lo impulsó Alfredo Carretero Gómez,
abogado, con residencia en la Ventilla. El arquitecto municipal, Luis López de
Arce, recibió el encargo de delimitar en Carretería el espacio necesario,
fijando el existente "entre las puertas del corral de don Constantino
Lledó y la del almacén de Obras Públicas", dejando un metro a cada lado de
ambas, mientras que por lo que se refiere al fondo, podía ocupar todo el
espacio disponible en el solar, respetando una acera de tres metros y cuarenta
centímetros. A pesar de los cambios introducidos en el plano urbano durante
este siglo y pico podemos situar ese primer cine aproximadamente en el mismo
lugar en que luego estuvieron el España y el café Colón, finca perteneciente a
la familia Lledó. Terminada la instalación, el cine entró en funcionamiento el
14 de febrero. Luego vinieron el Ideal Artístico, el Principal, el Cervantes,
el Royal, el Xúcar, el Alegría, el Avenida, el Garcés, el Palmeras… Desde
entonces, y con oscilaciones, las últimas aún en las mentes de todos, el cine
ha llegado hasta aquí, con dos salas múltiples, de las que una permanece
cerrada hace meses y sin perspectivas de que pueda volver a abrirse en un
futuro inmediato, mientras el Cineclub se llena. Curioso, muy curioso.
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