04 03 2021 EL MUSEO QUE NUNCA EXISTIÓ Y SIGUE HACIENDO FALTA
Sobre la puerta del
número 10 de la calle Obispo Valero una placa en piedra dice “Museo Municipal.
Año MCMXLV”, que en román paladino significa 1945. Naturalmente, nadie que
intente penetrar por esa puerta encontrará tras ella alguna cosa parecida a tal
museo. Pero, de la lectura de ese escueto letrero se puede deducir que en ese
ya lejano año tuvieron la idea de poner ahí, en ese sitio concreto, lo que
proclama el letrero, un Museo Municipal.
La idea no
era nueva. En otra fecha, aún más lejana, la de 1923, la primera Guía de Cuenca
luce también en su frontispicio la misma leyenda: “Edición hecha por el Museo
Municipal de Arte”. De esa forma, los promotores tanto del libro como del Museo
pretendían hacerse la ilusión de que, mencionándolo, la cosa ya estaría hecha o
de que los responsables municipales se sentirían moralmente obligados a llevar
a la práctica lo que de boquilla estaban diciendo. Intención frustrada, porque
la realidad iba por otros caminos. Y de esa manera, el inocente anuncio que
impulsaban Juan Giménez de Aguilar y Rodolfo Llopis se perdió entre los vientos
de la historia.
El
proyecto venía de más atrás, de finales del siglo XIX, cuando este tipo de
instituciones, encaminadas a recoger y exponer públicamente las obras más
destacadas de los artistas locales, va tomando forma en toda España, de manera
que casi todas las capitales de provincia (y también en otras localidades importantes)
montaron su propio Museo Municipal. En el caso de Cuenca, la idea se recuperó
pasada la guerra civil: se eligió el sitio adecuado y se nombró un director,
Luis Roibal, que con el mejor de los entusiasmos puso manos a la tarea de
recopilar la obra ya existente y adquirir otra nueva. Hasta que en uno de los
habituales y crónicos cambios de rumbo que caracterizan la gestión municipal
conquense, la idea, tal como había llegado, se olvidó.
Pasa el
tiempo y cuando el Estado prepara la instalación del nuevo Museo Arqueológico,
sus primeros responsables, Manuel Osuna y Paco Suay retoman el viejo proyecto y
deciden habilitar varias salas de la planta superior para una sección de Bellas
Artes, en la que hay salas monográficas para Marco Pérez, Fausto Culebras y
Virgilio Vera, y otras colectivas, a las que pertenece la foto que acompaña a
este comentario. Pero a continuación los yacimientos arqueológicos empiezan a
generar un material ingente, es necesario ampliar espacios en el Museo para
poder exponerlos y de esta forma las salas dedicadas al arte contemporáneo se
cancelan y las obras vuelven a su lugar natural, los almacenes escondidos.
Cambia el
siglo y con él, los responsables del departamento municipal de Cultura creen
que ha llegado la hora de retomar el viejo proyecto y ponen sobre la mesa el
Museo Municipal de Artes Plásticas y Decorativas, que debería dar vida y color
a la Casa Zavala. Pero ya sabemos cuál es el desastroso destino que cayó sobre
este desgraciado inmueble, con lo que el non-nato Museo permaneció en estado
latente.
Esta
ciudad tiene un espléndido Museo de arte clásico y religioso y otros tres
magníficos de arte contemporáneo, de vanguardia. En medio hay un hueco enorme,
el de la actividad creadora realizada por los propios artistas naturales o
residentes aquí a lo largo de los dos últimos siglos. Quizá ha llegado ya el
momento de que Ayuntamiento y Diputación, que poseen en sus almacenes cientos
de cuadros y esculturas de artistas conquenses hagan lo que sus antecesores no fueron
capaces y superando la inercia arrastrada acometan, en serio y con firmeza, la
instalación de ese Museo teóricamente existente, pero que nadie ha podido ver
nunca a pesar de que sigue haciendo falta.
Muy bien explicado.
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