10 11 2018. UN RESPETO, POR FAVOR, ANTE LA BELLEZA
Un respeto, por favor, ante la
belleza y el arte
Entre
mis costumbres fijas (que no son muchas, creo yo) hay una que vengo practicando
hace años: siempre que paso por la carretera que cruza El Campichuelo, entre
Mariana y La Frontera, me detengo al llegar a Sotos para acercarme un momento a
ver la portada románica de su iglesia, situada en la parte posterior del
edificio. En esos casos, siempre llevo interiormente una apuesta conmigo mismo:
la de adivinar, previamente, si esta vez será posible fotografiar ese pequeño
monumento artístico o si, como me ha ocurrido repetidamente, habrá un coche
aparcado delante de ella, impidiéndome fotografiarla o, lo que es más grave y
trascendente, cometiendo un auténtico atentado contra el arte, la sensibilidad
y el sentido común. Despejaré la incógnita: esta última vez, hace unos días,
también había un coche.
Uno se
pregunta, con lógica, si en un pueblo sencillo y sin especiales problemas de
tráfico es preciso aparcar justo en ese sitio, con toda probabilidad el punto
más delicado de todo el casco urbano, aquel en que se encuentra un elemento tan
sensible como esta delicada portada cuya edad se remonta a los comienzos del
siglo XIII, cuando estas tierras estaban siendo repobladas por cristianos
venidos de la Vieja Castilla, la mayoría, seguramente, soldados participantes
en la expedición de Alfonso VIII sobre Cuenca que acabaría con la entrada de
las tropas en la ciudad. Me pregunto, también, si los conductores que actúan de
esa manera no sienten ningún tipo de sensibilidad hacia este tipo de
construcciones, por otro lado tan escasas en nuestra provincia, la única en el
propio pueblo de Sotos, que por simple iniciativa ellos mismos deberían pensar,
de manera espontánea, que ese aparcamiento es incorrecto y debería evitarse.
Es
inevitable tener que aludir a la autoridad municipal, responsable en último
extremo de todo lo que sucede en el pueblo, desde las rumbosas fiestas que
tradicionalmente se celebran hasta los menores detalles de ornato del lugar.
Algo de eso debieron pensar los regidores hace año cuando decidieron colocar, a
ambos lados de la portada, encuadrándola, dos pequeños cipreses que, aparte la
función decorativa, parece también que están delimitando un espacio de respeto
para la portada, incluso acotándolo para evitar el aparcamiento, función
subliminal que, desde luego, los conductores no han sabido captar por lo que,
llegados a estos extremos, parece claro que el Ayuntamiento debería adoptar una
medida más enérgica, bien situando las conocidas señales de prohibición o
trazar una potente cadena de hierro o cualquier otro mecanismo similar,
seguramente antiestético, pero práctico. Está claro que, hasta ahora, confiar
en la espontánea colaboración cívica es pretensión inútil.
El caso
de Sotos no es el único, ni mucho menos, aunque para mi gusto este resulta
especialmente llamativo. Por alguna extraña razón, se encuentra muy extendida
la afición a aparcar delante de las portadas de las iglesias, en competición
con la afición, en este caso municipal, a situar contenedores de basura en los
mismos lugares; esto último, por lo que me explicaron alguna vez, tiene sentido
porque los vecinos del pueblo en el que pregunté no quieren los contenedores
delante de sus viviendas y como las iglesias suelen estar cerradas toda la
semana, hacia allí los llevan, para no molestar. Esta, creo yo, es una
asignatura pendiente en la aplicación del prolongado discurso oficialista que
venimos oyendo de continuo sobre el patrimonio y la conveniencia de su
conservación. Mientras todo el mundo no esté convencido de la conveniencia de
respetarlo y cuidarlo, seguirán produciéndose casos así.
Comentarios
Publicar un comentario