10 06 2017 LA BANDERA QUE NUNCA FUE IZADA
La bandera que nunca fue izada
Cada vez que hay un acontecimiento,
del tipo que sea, político, festivo, deportivo, reivindicativo, sindicalista,
quienes salen a la calle lo hacen portando banderas en que se mezclan todos los
colores imaginables, desde la discreta combinación rojo y gualda de la nacional
(la que menos se exhibe, dicho sea de paso) hasta la simpática arco iris de los
homosexuales. Pero no hace falta salir a la vía pública: ocurre también en los
organismos oficiales, en cuyos balcones ondean esas banderas que van desde la
local del municipio hasta la europea, pasando por las escalas intermedias. No
es un fenómeno exclusivamente español, sino que se repite en todos los lugares
del continente, aunque aquí no llegamos al exceso yanqui donde, como vemos en
las películas, suelen tener una bandera en la puerta de cada casa.
Quienes viajamos por esos mundos
hemos podido comprobar un pequeño y curioso detalle: en casi todos los balcones
oficiales a las banderas conocidas se une otra, la de la provincia respectiva.
De eso no tenemos aquí, en Cuenca. Es posible que, al leer esta afirmación,
alguien sienta de inmediato la tentación de promover rápidamente el diseño de
una bandera provincial, para que no seamos menos que en otros lugares. No hace
falta: esa bandera ya existe. Otra cosa es que nadie la haya visto nunca y que
jamás haya sido izada, enarbolada o flameada.
Primero se acordó el escudo y ese sí
que es bien conocido de todos los conquenses. Existía uno de uso tradicional,
desde el siglo XIX, que fue oficialmente refrendado en 1974. A
continuación, la Diputación puso en marcha un expediente para establecer
igualmente la bandera; se elaboró un informe que pasó al pleno del 24 de enero
de 1975 en el que se razonaba su conveniencia porque “se ha planteado en ocasiones la necesidad de utilización de una bandera
provincial que pueda representar como símbolo lo que la provincia es para sus
naturales, así como ocupar el puesto debido junto a las demás en congresos,
exposiciones, ferias, festividades solemnes o actos públicos, y así sucede que
actualmente Cuenca ha tenido que abstenerse de figurar al lado de otras
provincias hermanas, desatendiendo las variadas invitaciones que para ello se
le hacen”. Que es, por cierto, lo que sigue sucediendo cada vez que, como
indico al principio, salen las banderas al viento y la provincial de Cuenca no
aparece por ningún lado.
La tramitación de aquel expediente pasó por el filtro de la
Academia de la Historia que dio algunas orientaciones sobre cómo debería ser el
diseño y qué colores deberían utilizarse, sugiriendo “los esmaltes del escudo de Cuenca, o sea, oro, plata y gules, en sendas
fajas y cargando sobre las mismas el blasón provincial, de las suficientes
dimensiones para quedar manifiesta su verdadera identidad”.
El expediente, aunque no encontró
ninguna dificultad en su tramitación, quedó sin embargo olvidado, quizá por
algún motivo difuso surgido al amparo de las circunstancias políticas que vivía
el país en esos momentos (Franco estaba a punto de morir), pero renació cuando,
justamente, esas circunstancias habían cambiado por completo y empezaba el
recorrido por el sendero de la democracia. Por ello, en el pleno del 29 de
septiembre de 1977 reapareció el tema de la bandera, con el convencimiento
unánime de la corporación de que “muy
bien puede obtener el respaldo mayoritario de la población conquense,
alcanzando así el mejor refrendo” al proyecto. Y la enseña quedó definida
en tres franjas horizontales de dimensiones exactas, de colores amarillo (oro),
blanco (plata) y rojo (gules), tal como hacía sugerido la Academia y sobre
ellas el escudo de la provincia. Seguidamente se adoptó el acuerdo de someter
el expediente a información pública. Sólo hubo una opinión en contra,
disconforme con los colores, pero no con la existencia en sí de la bandera y de
esa manera volvió a ser aprobada. Y van dos.
Pasó otro cuarto de siglo y el pleno
del 30 de diciembre de 2003 aprobó iniciar el procedimiento para la adopción de
bandera provincial. Tercer intento y tercer propósito frustrado, sin que exista
ningún motivo aparente que pueda explicar por qué en un país donde abundan
banderas de todos los colores y en todas las situaciones no puede tomar forma
la bandera de la Provincia de Cuenca. Personalmente, he preguntado en alguna
ocasión sobre este curioso suceso y nadie me ha sabido contestar de manera
rotunda, sólo con evasivas. Eso sí: en el palacio provincial hay un mástil
vacío, esperando que llegue la bandera olvidada.
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