07 08 2016 EL CUMPLEAÑOS DEL CU-587





El cumpleaños del CU-587

            Este año cuya cifra termina en 6 proporciona variados pretextos para buscar más de tres pies al gato de las celebraciones, unas bien traídas al pelo (desde luego, en cabeza de todas, el cincuentenario del Museo de Arte Abstracto) y otras encajadas como con calzador. Para no ser menos que otros, yo también me sumo a la fiesta y en el cajón donde se archivan los datos encuentro uno curioso: el 4 de agosto de 1926 (90 años redondos hace ahora) el Ayuntamiento informaba a la opinión pública de que comenzaba a funcionar un servicio de autobús urbano entre La Ventilla y La Plaza Mayor, a cargo de Sebastián Bonilla y con un importe de 50 céntimos el trayecto. No hace falta explicar que 50 céntimos de peseta no tienen nada que ver con 50 céntimos de euro.
            Entraba así a formar parte de la memoria colectiva de los conquenses un vehículo que habría de alcanzar caracteres legendarios, el autobús de Bonilla, el famoso CU-587 que durante décadas habría de ser el único elemento de transporte colectivo existente en la ciudad y precisamente en ese solitario trayecto, desde la parte baja hasta el corazón del casco antiguo. Tendría dos o tres servicios diarios, acomodados a los horarios de llegada y salida de los trenes correos con dirección a Madrid, lo que explica que el primero de ellos se iniciara a las 5,30 de la madrugada y el último tendría regreso a la plaza a las 12,30 de la noche, unos horarios hoy impensables, pero así eran las cosas en tiempos de nuestros tatarabuelos y así se acomodaba el servicio a las necesidades cotidianas. Era alcalde el todopoderoso Cayo Conversa, recordado por muchas cosas (no todas buenas) y a quien también hay que atribuir este símbolo de modernidad.
            De esa manera conseguía el Ayuntamiento poner término a un largo periodo de quebraderos de cabeza, porque la idea de implantar un autobús urbano para conectar las dos partes de nuestra complicada ciudad se remonta nada menos que a 1919, pero no hubo forma de conseguir un adjudicatario hasta que apareció el bueno de Bonilla. Y podemos sospechar (con fundamento) que en este caso tampoco se cumplieron las prescripciones legales vigentes porque unos meses más tarde, ya en 1927, hubo que legalizar la concesión, lo que nos hace suponer que se había otorgado así, por las buenas, sin que se hubieran cumplido todos los requisitos.
            Durante décadas no se planteó en Cuenca ninguna otra necesidad de transporte colectivo. El casco urbano era pequeño, recogido, asequible a todos; se podía ir cómodamente a pie de un sitio a otro sin problemas; los coches servían solo para viajar, no para ir a tomar cañas o a comprar a Carretería, que parece ser una exigencia imperiosa en estos tiempos nuestros. Ese tranquilo panorama se quebró hasta que en 1960 se edificó y habitó el Poblado Obispo Laplana, situado desde luego donde alguien perdió el gorro y mucho más; ahí sí que se planteaba una clara necesidad de comunicación y de esa forma nació la segunda línea de transporte urbano. Lo demás vino más tarde, como todos podemos recordar, a medida que la ciudad se fue desperdigando y extendiendo, forzando una auténtica servidumbre hacia el coche, del que nos hemos hecho esclavos, tanto si es necesario como si no.
            Naturalmente, no hay manera de comparar el servicio prestado por el CU-587 con lo que sucede ahora. Todo es tan diferente que no existe prácticamente ninguna relación, salvo que se mantiene el motivo básico que justificó la implantación de aquel primitivo servicio: comunicar los dos sectores urbanos tan definidos en Cuenca y por cierto, que esta es la única línea que parece funcionar correctamente y a moderada satisfacción de los usuarios, salvo cuando la empresa decide dejarnos 40 minutos esperando en una parada, contingencia que el personal asume con mansedumbre convencido de que, pese a todo, vecinos del casco antiguo y turistas son unos privilegiados, si tenemos en cuenta el castigo impuesto a los usuarios de las demás líneas, recientemente modificadas para empeorar, curiosa forma con que nuestro Ayuntamiento (y la empresa concesionaria) se acomoda a las necesidades de una ciudad en evolución.
            Desde este año terminado en 6, número tan celebrado, recordemos con afecto al autobús de Bonilla, que empezó a circular también en un año terminado en 6  para gozo de los conquenses que así descubrían la llegada de la modernidad.


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