06 11 2016 CUATRO REJAS DE NOBLE PROSAPIA




Cuatro rejas de noble prosapia

No hace falta invertir muchas palabras para enfatizar el importante esfuerzo que se está haciendo, en los últimos años, para mejorar sustancialmente las condiciones en que se encontraban numerosos edificios, tanto públicos como privados, ubicados en el seno de la ciudad de Cuenca. Conviene no olvidar que ese esfuerzo se inició en tiempos ya algo lejanos, cuando se promovió la casi legendaria Comisión de la Cuenca Antigua a mitad del siglo pasado, que permitió la recuperación del casco antiguo tal como hoy lo conocemos, pero ha sido en estos últimos años cuando realmente se está llevando a cabo una metódica y perceptible intervención, tan beneficiosa desde cualquiera que sea el punto de vista elegido. La declaración de Cuenca como Patrimonio de la Humanidad fue seguida de la constitución del Real Patronato cuyo elemento ejecutivo, el Consorcio, viene siendo el factor dinamizador de este trabajo, tan meritorio. Por eso, cada nueva noticia relacionada con una de sus intervenciones produce satisfacción con la esperanza, quizá utópica, de que en algún momento futuro se pueda alcanzar la total puesta a punto de este conjunto urbanístico tan peculiar en el que vivimos.
      Pienso si alguna vez le tocará la suerte a la Casa de las Rejas, que debería ser uno de los edificios emblemáticos de la ciudad y, sin embargo, pasa totalmente desapercibida. No exagero: los planos oficiales la ignoran por completo, la señalización callejera la desconoce, para los guías no existe, en las reconstrucciones legendarias no figura. Situada en esa zona intermedia, ambigua, donde no queda muy claro si forma parte del recinto histórico o se ubica ya en la zona moderna, a su lado pasan autobuses, coches y turistas sin que prácticamente ninguno de ellos le dirija ni siquiera una mirada de curiosidad ni se detengan a hacer las fotografías de rigor.
       El inmueble se construyó a finales del siglo XVI y ha sufrido desde entonces incontables modificaciones, en una de las cuales perdió la huerta que había en la zona posterior y en otra desapareció una originalísima ventana situada en ángulo (la única de ese tipo existente en la ciudad) sustituida por un escudo barroco; por supuesto, también internamente se han realizado no pocos cambios para adaptarse a necesidades cotidianas, lo que se manifiesta, sobre todo, en la apertura de nada menos que seis puertas en la planta baja, algo que, en una hipotética intervención, habría que ordenar en busca de un más racional equilibrio.
       En ese proceso evolutivo interno la inicialmente llamada Torres de los Muñoz (de ahí el nombre de la calle) quedó dividida en dos sectores aparentemente diferenciados, aunque forman parte de un solo inmueble: la Posada de San Julián a un lado y las viviendas al otro y es este último el que debería suscitar el interés y la preocupación porque es claramente visible el progresivo deterioro que viene sufriendo y que, como sucede siempre en estos casos, no se detiene ni se remedia por sí solo, sino que se incrementa y avanza al compás de los años. Es evidente que la Casa de las Rejas pertenece a una propiedad privada, a la que quizá debería corresponder la iniciativa de una restauración, pero no es menos cierto que sobre el edificio recaen las bendiciones oficiales derivadas de su declaración como Bien de Interés Cultural, lo que significa algún tipo de protección y cuidado sobre su naturaleza.
      En esa fachada, comida ya por los desconchones del tiempo, las cuatro hermosísimas rejas son un ejemplo excepcional del sobrio arte de la forja del hierro que tuvo su asiento mejor en Cuenca. En ellas llama poderosamente la atención sus grandes dimensiones y la atrevida disposición en saliente, asomándose al precipicio de la calle como queriendo ser fiel a esa vocación de la arquitectura conquense por desafiar al vacío. Son un símbolo de nobleza antigua, merecedoras de mejor destino que el de doméstico tendedero de ropa o desván para almacenar objetos en desuso. Invitan mejor al ensoñamiento de amables historias amorosas o a invenciones de leyendas donde no deben faltar elementos truculentos. Esas cuatro rejas y los escudos que las acompañan dan prosapia a una vieja casa solariega, noble en origen, popular en su utilización moderna, hermosa y sugerente desde cualquier punto de vista, merecedora de atención pública y cuidados reparadores.


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