29 05 2025 LA AMABLE PEQUEÑEZ DE ARANDILLA DEL ARROYO

 


Parece que en estos momentos concretos de nuestra historia, que es la del primer cuarto de este siglo XXI que vamos atravesando, a Arandilla del Arroyo le corresponde el honor de ser el pueblo más pequeño de la provincia de Cuenca, con una población de solo 14 habitantes y pienso que en una sociedad acostumbrada a medir las cosas siempre en más (incluida la millonada que va a cobrar Lamin Yamal), buscando un récord detrás de otro, no está mal que al menos en un caso concreto se valore la pequeñez, lo mínimo, aunque ese dato nos tiene que llevar, necesariamente, a entrar en ese otro territorio tan apetecible que es el del incontenible lamento por lo que está sucediendo con la despoblación de la España interior, territorio muy amplio en el que se encuentra inmersa esta provincia nuestra.

Arandilla se llamó así, directamente, sin más, durante los primeros siglos de su existencia, que se remontan a la Edad Media, como resultado de aquel interesante proceso de repoblación que se puso en marcha tras la Reconquista y que en este caso no se impulsó desde Cuenca, sino desde la otra ciudad importante, Huete, en cuyo alfoz se integró y permaneció el pueblo, que en 1907 cambió su nombre, añadiendo el apelativo “del arroyo”, un poco injusto, me parece, porque el río Vindel, que pasa por aquí, siendo verdaderamente de escaso caudal no merecía que se le descendiera de categoría. En cualquier caso, y matices aparte, nos encontramos en la Alcarria de Cuenca, en una ubicación muy cercana a la vecina provincia de Guadalajara, en el seno de un extraordinario paisaje que más parece serrano que alcarreño, formado por una admirable sucesión de cerros y valles que van dando forma a una imagen ondulada, bellísima, por la que solo cruza una carretera, la provincial CUV-9004, que al llegar al lugar se transforma en la principal calle del espacio urbano.

Parece innecesario señalar (y no quiero repetirme en exceso) que es un espacio pequeño, limitado, formado por apenas media docena de calles y un par de plazas, en las que se distribuyen los edificios, de sencilla y funcional arquitectura rural, pero muy cuidados, como mostrando sus habitantes una íntima satisfacción por continuar manteniéndolos abiertos y con vida. El trazado de las calles es francamente irregular, como se detecta contemplando un plano y más si se pasea por ellas, casi todas en cuesta. El edificio más notable, parece innecesario señalarlo con énfasis, es la iglesia parroquial, dedicada a Nuestra Señora de la Asunción, de la que se pueden destacar dos detalles muy notables: la potente portada, formada por un arco de medio punto con enormes dovelas y la atractiva espadaña triangular en la que se alojan dos campanas en una curiosa disposición, descentradas con relación al eje. Hay otra puerta posterior, pero está cegada. La fábrica es de mampostería con grandes sillares en las esquinas mientras que el interior se dispone mediante una alargada planta de salón, cubierta con techo plano, sin que falte el coro a los pies y una interesante pila bautismal. Otra curiosidad de Arandilla es que no tiene ninguna ermita en sus inmediaciones, como es cosa acostumbrada en la casi totalidad de nuestros pueblos; aquí, no. Se conforman con hacer fiestas patronales en honor del Santo Cristo de la Oliva, que cae en el mes de septiembre. Me cuentan que antiguamente se danzaban los bailes típicos de la zona, pero ya no quedan suficientes danzantes para ejecutar tales cosas.

A pesar de su escasa entidad, aquí mantienen abierto y activo el Ayuntamiento, sin haberse dejado llevar por la pésima costumbre de las fusiones y absorciones que muy pocas ventajas han llevado a quienes practican tales maniobras. El actual edificio municipal fue el antiguo pósito y parece que era un edificio muy sólido y de auténtico valor, pero ya se aprecia poco de lo que fue porque al adaptarlo a Ayuntamiento y también a escuelas, se modificó completamente en su interior y se añadieron las ventanas que inicialmente no tenía.

He dejado para el final la alusión a un personaje extraordinario que nació en Arandilla en 1640 a pesar de que en algunos sitios se le hace madrileño, quizá porque las circunstancias le llevaron pronto a la capital del reino y allí fue donde desarrolló su labor pictórica, llegando a ser un destacado artista del barroco español. Pedro Ruiz González (una plaza del pueblo lleva su nombre), trabajó en talleres de varios prestigiosos artistas, especialmente con Juan Carreño de Miranda y se especializó en obras de carácter religioso, lo cual no era en absoluto extraño en la España de aquella época. Sus trabajos se encuentran documentados a partir de 1673, fecha a la que corresponde un pequeño cuadro, “Jesucristo en la noche de su Pasión”, que se conserva en el Museo del Prado, magnífico lugar donde también hay otras obras suyas. Palomino le otorga varios comentarios elogiosos, buscando en él semejanzas con Pablo Veronés y destacando en su trabajo la capacidad para idear y componer pequeños bocetos muy bien elaborados. Probablemente su cuadro más destacado sea el titulado “Carlos II ante la Sagrada Forma”, un óleo sobre lienzo que se conserva en un museo de Puerto Rico. Lástima que muchas de sus obras han desaparecido, en unos casos por incendios y en otros simplemente por pérdidas, aunque sí se mantienen, en la ya citada pinacoteca madrileña muchos de sus dibujos, una técnica para la que, según comentan los críticos, tenía una gran facilidad y destreza. En algún sitio he leído que también en la iglesia de Arandilla del Arroyo había algún cuadro suyo, destruido durante la guerra civil, pero me parece que esta noticia tiene poco fundamento.

Este singular artista, que no se menciona con frecuencia cuando se habla del desarrollo del arte en Cuenca vivió en la calle Juanelo de Madrid y allí, en la capital de España, murió en 1706, tras haber realizado otras actividades no estrictamente pictóricas, como en los preparativos para la entrada de los recién casados Carlos II y su primera esposa María Luisa de Orleans, ocasión para que preparó parte de la decoración del llamado Arco de Santa María. No está de más, me parece, mencionarlo aquí, como el hijo más ilustre y famoso nacido en este bonito lugar, de nombre Arandilla del Arroyo.

 

 

 

Comentarios

Entradas populares de este blog

04 07 2024 NO LE TOQUÉIS MÁS, QUE ASÍ ES LA ROSA

09 01 2025 ABIA DE LA OBISPALÍA, EN EL CORAZÓN DEL TERRITORIO EPISCOPAL

21 11 2024 CRISTIAN CASARES, UN ROMÁNTICO A ESCENA